01 febrero 2008

El Bingo De Las Cuarentonas.

" - Chiquillas! Nunca se casen! Hagan travesuras no más... Hasta que se les seque!"

En una de las interminables vagadas por Santiago que normalmente nos pegamos los admins de esta cagá de Blog para ganar inspiración, llegué (por favor a una amiga), a una casona ubicada cerca de (que te importa), en la comuna de La Flower, cerca del 14. Tenía un aspecto de SAPU o consultorio de emergencia de mala muerte; o más bien parecía una vivienda básica (de esas tan dignas que nos otorga nuestro caritativo Gobierno), pero ampliada. Dentro de ésta, y para mi sorpresa y agrado, se encontraba en curso uno de los más grandes clichés de toda la historia de la humanidad: el bingo de las dueñas de casa cuarentonas.

" - Weón! -pensé- Tengo que hacer un artículo sobre esto!", y desesperadamente saqué mi Blackberry para hacer algunos apuntes mentales. Paso ahora pues, a relatar los sucesos y sensaciones que sentí en esa tránsfuga experiencia.

Lo primero que ví al entrar al recinto fue, obviamente, a la multitud de viejas cuarentonas (y cincuentonas también) que circundaban por el lugar. Y todas, por supuesto, con su cara de "hace tiempo que no me cachan" pero increíble, y la vestimenta típica... da lo mismo! La weá es que tienen puesto el delantal de cocina. Era obvio que el bingo sólo lo utilizaban como fachada para organizar su tan preciado Centro de Madres.

Ya dentro de la Casa Granate, lo siguiente que veo pasar es al guatón de buzo azul y polera amarilla (chorreada con manteca) que ni se puede las tetas, y que anda macabeando a la señora (que es más gorda que él... y tiene más pelo en todos lados) que le encargó que fuera a dejar el pedido de Avon a su amiga más gorda, la Cecy; esposa de su compadre que puta que está cagao.

Luego de esperar algunos minutos a mi amiga (que nunca llegaba), me empiezo a fijar en un par de morzas apoyadas en una mesa, revisando catálogos Avon en la sección de desodorantes para piés. Estaban cagadas de la risa, pelando (seguramente) a la amiga que tanto dicen querer, la Mónica; ésa que el marido le pega; marido que se llama Raúl, pesa como 180 kilos y es un militar frustrado (porque tuvo puras hijas) adicto a la carne.

Junto a ellas estaba la amiga tercerona, a esa que nunca invitan a las reuniones de críticas literarias (que terminan siendo desahogos de "mi hijo es un vago, y mi único amigo es mi gato Juancho"), pero que siempre llega porque le interceptó la línea telefónica a la más cachonda del grupo, em, digo, a la más activa. Cuando terminaron de cacarear, un olor a puré con carne (y ajo) fuertísimo comenzó a dispersarse por el recinto. Seguramente se iban a alimentar antes de seguir con sus copuchas, y nada mejor que un buen purecito con bistoco...

" - Al fin! -me dije- Menos mal que apareciste... " Era mi amiga, que ya se disponía a salir (según yo) de aquel diabólico lugar. Pero aún faltaba la última prueba: meter los números del bingo a la tómbola (caja de un televisor Panafonic de 21'), para poder "participar"... Y resulta que me mandaron a mí... Ahí tuve que entrar a picar. Pidiendo permiso, me escurrí entre las señoras, y entré al auditorio en donde se llevaba a cabo el bingo. No sabía que era más fuerte, el olor a sobaco, o a criadilla, pero sin pensarlo, metí los números y salí corriendo. Creo que está de más decir que nunca antes me había topado con algo así...

... Osea sí, todos los viernes en la noche, cuando marmota y chalam juegan bingo en la sala de redacción, y terminan tirando.

Mención honrosa para la persona que me hizo vivir esta experiencia religiosa.
... Muchas gracias ¬¬

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